«Estamos en un momento clave que va a marcar no solamente el fin del gobierno de Boric, sino la próxima década en Chile»: Mario Marcel, ministro de Hacienda de Chile
El ministro de Hacienda de Chile, Mario Marcel, reconoce que su último año y medio ha sido, a lo menos, «atareado».
Desde que se hizo cargo de las finanzas del gobierno de Gabriel Boric en marzo del 2021 su agenda no descansa.
Y es que asumió con grandes desafíos: estabilizar la economía tras la pandemia de covid-19 y llevar adelante reformas estructurales que forman parte del corazón del programa del gobierno izquierdista.
Si bien con el primero ha tenido relativo éxito -Chile logró reducir la inflación, tuvo un superávit fiscal en 2022 y la inversión extranjera está dando buenas señales-, con el segundo ha tenido tropiezos.
El más importante, el rechazo del parlamento a su reforma tributaria, fundamental para financiar las transformaciones sociales prometidas por Boric.
Tras ese duro revés, el gobierno chileno presentó en agosto un nuevo «pacto fiscal» que pretende recaudar US$8.000 millones. Pero la negociación, a cargo de Marcel, nuevamente ha tenido complejidades: para empresarios y representantes de la oposición, hoy la prioridad debería ser el crecimiento y el ahorro, y no aumentar los impuestos.
De paso por Londres para participar en una nueva versión del Chile Day -un evento que busca estrechar lazos económicos entre el país sudamericano y Reino Unido- el ministro habla con BBC Mundo sobre estos desafíos, sobre las dificultades que ha enfrentado en el cargo y sobre tareas pendientes en Chile, como el crecimiento.
¿Cómo calificaría su primer año y medio al mando del ministerio de Hacienda en Chile?
Ha sido un año y medio con muchos desafíos. El más grande fue estabilizar la economía.
Cuando asumimos, veníamos de una economía sobrecalentada con una inflación que iba al alza rápidamente. Todo ello producto de una política fiscal procíclica durante el 2021.
Y el trabajo ha sido fructífero. Hoy, la economía chilena básicamente ha hecho todo el ajuste que tenía que hacer con un costo social muy moderado o casi inexistente.
Al mismo tiempo, otra tarea fundamental fue iniciar el camino de las reformas.
Por supuesto, hubo un tropiezo importante con el rechazo de la reforma tributaria. Pero hemos logrado mantener esa agenda en desarrollo y reconstruir una instancia de diálogo en torno a los temas tributarios, fiscales, de crecimiento y modernización del Estado.
Usted tiene una larga experiencia en el mundo público, ha trabajado en los gobiernos de Patricio Aylwin, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Por lo mismo, ha pasado por momentos difíciles. Pero ¿diría que este periodo ha sido el más desafiante de su carrera?
El cargo de ministro de Hacienda es más político y por lo tanto requiere un contacto más directo con el mundo político, con el Parlamento, y eso le agrega un desafío adicional porque la política en Chile hoy está difícil, como sucede en muchas partes del mundo.
¿Y por qué está tan difícil?
En primer lugar, porque el gobierno no tiene mayoría parlamentaria.
Y en segundo lugar, porque hay una gran dispersión política.
Mi experiencia anterior es con bloques que más o menos podían dialogar entre sí.
Hoy día hay una dispersión muy grande en el mundo político y por lo tanto eso requiere un trabajo mucho más intenso. Y por supuesto, también hemos tenido un periodo de crispación política importante.
No es fácil sentar a los actores a dialogar y buscar acuerdos.
¿Se les ha hecho muy compleja la negociación con algunos sectores políticos?
Estamos en una época en la cual lo que es la esencia de la política, que es buscar acuerdos, hacer concesiones mutuas, se ha vuelto muy difícil porque la ciudadanía tiende a ver el mundo político en blanco y negro, y desde ángulos que a veces son muy parciales.
Si bien la administración de Gabriel Boric ha logrado sacar adelante proyectos importantes, como el sueldo mínimo, el royalty minero o la jornada laboral de 40 horas semanales, tiene paralizadas las reformas más importantes. ¿Cómo pretenden salir de esta parálisis?
En estos momentos hay un proceso de diálogo en torno al pacto fiscal que finalmente se ha logrado echar a andar.
Ese pacto fiscal se ha ido nutriendo de propuestas que han surgido de distintos sectores también. Hoy involucra iniciativas que tienen que ver con la modernización del Estado o el impulso al crecimiento.
Pero la oposición y el empresariado se han mostrado reacios a un aumento tributario…
El pacto fiscal está motivado por la necesidad de movilizar recursos para responder a necesidades prioritarias de la ciudadanía.
Esto incluye el aumento de la pensión básica universal, la reducción de listas de espera de los hospitales, la mejora de la atención primaria de salud, la universalización de la sala cuna, la creación de un sistema de cuidados y el aumento de la inversión en seguridad ciudadana.
Todos esos temas son prioritarios para la ciudadanía.
Y hay compromisos muy claros, no solo del gobierno, sino que de distintos sectores políticos en esas materias.
El punto es cómo logramos implementar esas medidas de una manera fiscalmente responsable. Para eso son necesarios cambios en materia tributaria. Pero es importante que esos cambios sean los estrictamente necesarios, considerando además lo que puede contribuir el crecimiento y la liberación de recursos en una administración pública más eficiente.
El tema tributario, por supuesto, tiene resistencia. Siempre lo ha tenido. A mí me ha tocado estar en muchas reformas tributarias en el pasado, también con gobiernos de minoría.
Y en general, cuando se han logrado acuerdos, ha sido porque se ha ampliado el ámbito de discusión más allá de lo estrictamente tributario. Y eso es lo que busca este pacto fiscal.
Pero ¿cómo pretende conquistar al empresariado para que apoye su pacto fiscal? ¿Qué cosas están dispuestos a ceder?
Lo primero es que creo que también le corresponde a los empresarios tener conciencia de que hay ciertas necesidades sociales a las que tenemos que responder.
Y ¿usted cree que el empresariado hoy no está en ese camino?
Lo que uno ve en la discusión pública es que los planteamientos del empresariado están muy centrados en el tema tributario y muy poco en lo que es necesario hacer con los recursos fiscales.
En cierta medida esto revela un contraste con cosas que se han manifestado previamente. Ha habido momentos en los cuales el empresariado chileno ha señalado que es necesario hacer un esfuerzo. Creo que eso es importante recordarlo y reactivarlo.
¿Usted considera que hoy no quieren hacer ese esfuerzo?
Hay una mayor resistencia a enfrentar discusiones tributarias.
Pero en esta materia, el gobierno ha dado dos señales importantes: primero, separar lo que son los temas de cumplimiento de las obligaciones tributarias. Es decir, mayor rendimiento para el sistema tributario existente.
Y, por otro lado, modificaciones al impuesto a la renta, donde por definición ya no se está incluyendo el impuesto patrimonial ni la tasa sobre utilidades retenidas.
Esas dos señales me parece que son bastante claras. Lo que estamos buscando es una reforma tributaria que sea lo más amigable posible con el crecimiento.
¿Teme que se acabe el gobierno sin que se materialicen las reformas más importantes, como el pacto tributario, la de pensiones o salud?
Sobre el pacto fiscal, nuestra itinerario tiene un hito importante a finales de septiembre. Es decir, este es el momento de llegar a los acuerdos.
Tenemos que recordar para qué queremos hacer todo esto.
Sería un grave error, de todo el sistema político, no ser capaces de responder a las necesidades que existen hoy día. Sobre todo porque responder a ellas está al alcance de nuestra mano.
Esto no requiere una transformación radical, no requiere un cambio político de gran envergadura.
Es importante mirar hacia adelante y pensar que las oportunidades no están abiertas para siempre.
Estamos en un momento muy clave que va a marcar no solamente el fin del gobierno, sino que la próxima década en Chile.
Este ya no es un tema de agenda del gobierno. Este es un desafío para el sistema político y para los actores económicos sociales, como el empresariado.
¿Cuánta esperanza tiene usted de que la reforma de pensiones vea la luz durante este gobierno?
Hay disposición de la oposición política llegar a acuerdos.
El gobierno también ha sido muy claro en que no tiene no tiene líneas rojas, exigencias, más allá del objetivo de mejorar las pensiones actuales y futuras.
Y tiene una actitud bastante pragmática. Lo importante es tener las instancias de diálogo y que fructifique. Ha costado mucho abrir ese espacio de negociación pero en estas últimas semanas hemos visto algunas señales positivas.
Hay que pensar que en Chile llevamos más o menos 10 años tratando de reformar el sistema previsional, donde el diagnóstico está bastante consolidado.
¿Qué le parece el rol que ha jugado la oposición política en esto? ¿Es una oposición más dura si la compara con años anteriores?
El endurecimiento de la política se viene produciendo desde antes de la actual administración.
Esto es parte de un fenómeno que tiene que ver con los cambios en el sistema electoral, con las redes sociales y la dispersión política.
Es algo con lo cual uno tiene que aprender a convivir.
Yo comparo con las cosas que uno escuchaba de otras autoridades de gobierno de otros países de la región años atrás y creo que nosotros teníamos una situación muy favorable en el congreso chileno.
Eso ha ido cambiando, Chile se ha ido acercando a procesos que han ocurrido no solamente en países emergentes, sino que también en países desarrollados, y es algo dentro de lo cual uno tiene que aprender a navegar.
Y ¿cómo ve el avance de la ultraderecha en Chile?
Es evidente que ha habido un movimiento pendular en la política chilena que se ha notado especialmente en lo que ha sido el proceso constitucional.
Y por supuesto, como ocurre en muchos países, para los partidos de centro, de centroizquierda, o centro derecha, este tipo de movimientos siempre son difíciles de incorporar.
Pero creo que en buena medida se ha ido reequilibrando y creándose muchos más espacios de diálogo de lo que antes tuvimos.
Creo que tenemos que acostumbrarnos a que la política hoy en día es más volátil que lo que era hace algún tiempo.
Y que, por lo tanto, para todos los partidos del espectro político es importante tener clara cuáles son sus convicciones y cuáles son sus agendas para no verse arrastrado por estos movimientos.
Sobre la convención constituyente, ¿qué expectativa tiene de que esta vez se apruebe la nueva propuesta de Constitución?
El proceso constitucional fue el camino institucional de salida de una crisis social que fue muy grave en el 2019.
Después de eso han ido ocurriendo otras cosas en el país.
Hoy día el proceso constitucional no tiene el mismo peso, el mismo simbolismo que tenía hace cuatro años atrás.
¿Por qué no?
Porque han ido ocurriendo otros cambios políticos, cambios importantes en la economía, y porque hay otros temas que han preocupado a la ciudadanía y convocado a las políticas públicas.
Lo que es claro es que de aquí a fin de año, este ciclo constitucional que ha generado incertidumbre inevitablemente en la economía, va a concluir de una manera o de otra.
Claramente no hay apetito para iniciar un tercer proceso constitucional. Y si se rechazara la propuesta, lo que uno puede esperar es que haya alguna reforma pero a través del Congreso.
El crecimiento es un desafío pendiente en Chile. ¿Qué está haciendo el gobierno de Boric para que la economía chilena vuelva a retomar la senda del crecimiento?
Hay medidas de corto plazo y otras de largo plazo.
En el corto plazo la economía ha seguido un proceso de ajuste que era necesario para bajar la inflación. Eso lo sabíamos desde el primer día de gobierno.
Ese ajuste ya se ha producido. La inflación ya está en casi un tercio de lo que estaba hace un año atrás y para fines de este año va a estar en 4%, muy cerca de la meta del Banco Central del 3%.
Y, por lo tanto, ahora la economía está en condiciones de retomar una senda de crecimiento.
La pregunta es cuál es la magnitud de ese crecimiento. En los últimos 15 años, la economía chilena ha tenido una desaceleración muy importante, una caída de su crecimiento potencial. Ha pasado del orden del 5% anual a menos del 2,5% anual.
Y eso fundamentalmente tiene que ver con que la productividad ha estado estancada durante los últimos diez años.
¿Por qué se estancó?
Hay varias razones pero creo que una de ellas es que Chile ha seguido un modelo de desarrollo donde los recursos naturales han jugado un papel muy importante, pero donde la forma de explotarlos ha ido cambiando con el tiempo, porque cada vez se ha enfrentado a mayores exigencias ambientales.
Y por otro lado, lo que ha ocurrido es que los procesos regulatorios en Chile han evolucionado de manera bastante inorgánica. Se ha ido generando una frondosidad regulatoria que se expresa en la extensión de los procesos para aprobar inversiones.
Entonces, ¿cómo se puede recuperar hoy día el crecimiento?
Fundamentalmente de dos maneras. Primero, teniendo un ambiente más favorable a los proyectos de inversión y a la productividad sin sacrificar los estándares ambientales. Y para eso estamos echando a andar un proceso de revisión a fondo de todas las normas para la aprobación de proyectos de inversión en Chile.
Segundo: Chile tiene hoy una oportunidad que pocos países tienen: su capacidad de producir justamente lo que el mundo requiere en un contexto muy desafiante en materia medioambiental.
Por ejemplo, hoy hay un auge de la electromovilidad y Chile produce las materias primas que se requieren para eso, cobre y litio.
Además, hay un movimiento hacia las energías renovables. Chile tiene condiciones extraordinariamente favorables para las energías renovables y también para producir hidrógeno verde.
Si juntamos ambas cosas, Chile está en una posición muy privilegiada para retomar la senda de crecimiento, para revertir esta tendencia decreciente y hacerlo de manera más sostenible y más inclusiva.
La inversión extranjera en Chile ha registrado máximos históricos durante este gobierno. ¿Cómo contrasta esto con la confianza que tienen los propios chilenos en su economía?
En primer lugar, hay que tener claro que las salidas importantes de capitales locales que tuvimos en Chile se produjeron fundamentalmente entre el 2019 y el 2021.
Pero desde entonces no ha vuelto a los niveles anteriores…
Esos fueron los momentos en que se produjeron salidas importantes de capitales.
Desde entonces ha ido disminuyendo la salida de capitales y ha ido aumentando el ingreso de capitales extranjeros.
Hay que entender que el foco de la inversión extranjera muchas veces es distinto del foco que tienen los inversionistas locales.
Los inversionistas extranjeros tienden a tener una perspectiva más amplia para mirar la economía chilena que quienes estamos dentro del país.
Un inversionista extranjero nunca mira a un país aisladamente sino que en un contexto, respecto de las alternativas que tiene en otras partes del mundo. Y Chile tiene una serie de ventajas que siguen estando presentes.
China, el principal socio comercial de Chile, está en una complicada situación económica. Problemas en su mercado inmobiliario, desaceleración o desempleo juvenil son algunos de esos síntomas. ¿Cómo puede afectar esto a Chile y qué medidas se están tomando para que el daño no sea tan alto?
China es importante para Chile porque es su principal socio comercial, pero además porque coincide con una desaceleración de otras economías importantes, o eventualmente, una recesión en Estados Unidos.
Normalmente, la manera en que ese tipo de escenarios han golpeado a Chile ha sido a través de un deterioro de los términos de intercambio. Pero esta vez eso no está ocurriendo y es muy improbable que ocurra.
Por otro lado, la incorporación de Chile al CPTTP (Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, donde participan países como Australia, Canadá, Japón, México o Perú) fue muy oportuno y le ha aumentado su acceso a otros mercados en el sudeste de Asia que son justamente aquellos hacia los cuales se están redirigiendo parte de las cadenas de valor, como Vietnam.
Por lo tanto, la combinación de ambas cosas nos puede ayudar a navegar en este escenario, que es difícil para muchas economías.
¿Cómo ve a Chile en comparación con los otros países de América Latina?
América Latina es la región más heterogénea del mundo económicamente.
Por lo tanto, describir el conjunto de América Latina siempre es un desafío grande. Hay economías que mantienen dinamismo importante, otras que están aún en procesos de ajuste, otras que están en crisis…
Diría que las ventajas de Chile son aquellas que tienen que ver con la profundidad de su mercado de capitales. Esto es muy valioso cuando hay volatilidad en el sistema financiero internacional.
Chile, como algunos otros países de la región, por ejemplo Brasil, inició mucho más temprano su ajuste monetario, por lo tanto lo está terminando más temprano. Eso también le va a ayudar a enfrentar los próximos meses.
Por otro lado, Chile tiene menores niveles de endeudamiento, tiene mayor estabilidad o mayor fortaleza de sus instituciones, tiene menores niveles de riesgo, de hecho, ha vuelto a ser el país de menor riesgo dentro de Sudamérica.
Todo eso nos pone en una situación bastante positiva de cara al futuro en el contexto regional.
En una entrevista con la BBC, el presidente Boric dijo que una parte de él quería derrocar al capitalismo. ¿Usted piensa lo mismo?
No opino ni comento sobre las afirmaciones del presidente.
La preocupación nuestra, y es la preocupación de todo el gobierno, es tener una economía que sea más dinámica, más sostenible y más inclusiva.
A eso creo que no es necesario ponerle más apellidos. Es evidente que el sector privado tiene un rol que jugar en Chile y que lo va a seguir jugando en los próximos años.
¿Cuál le gustaría que fuera su legado como ministro de Hacienda de Boric?
Cuando las autoridades políticas empiezan a preocuparse de su legado es cuando uno tiene que preocuparse.
Por supuesto, hay cosas para las cuales estamos trabajando pero que no tienen que ver con legados personales, tienen que ver con lo que uno quiere que le ocurra al país.
Si el país es capaz de estabilizar su economía y aprovechar las oportunidades que se abren a futuro, eso es un logro que no es ni de un ministro ni de un gobierno, sino del país en su conjunto.