Minería y mercurio amenazan a comunidades indígenas
La minería y el mercurio se han convertido en una amenaza para las comunidades indígenas por su alto impacto negativo en la salud de los pobladores. Entre 2015 y 2021, Bolivia importó alrededor de 1.285,3 toneladas de mercurio, la mayor parte se destina a la minería, según Óscar Campanini, actual director del Centro de Documentación e Información Bolivia (Cedib).
El mercurio es una sustancia tóxica catalogada por Naciones Unidas como uno de los venenos más peligrosos que hay en el mundo, pero en Bolivia se sigue utilizando sin ningún tipo de control.
Campanini detalla que desde 2015 en el país se importa un promedio de 180 toneladas de mercurio al año, cuando se necesitan solo entre 60 y 90 toneladas. La mayor parte de esta sustancia se destina a la explotación del oro. Esa situación ubica a Bolivia como el segundo importador más importante de mercurio a nivel internacional, después de la India.
Pero lo que más preocupa al experto es la ausencia de control desde el gobierno sobre las importaciones, el comercio y el uso de esta del mercurio en territorio nacional.
“Antes de 2015 se importaba 10 toneladas de mercurio por año, la mayor parte destinado a la minería. Desde ese año subió a casi 200 toneladas por año de mercurio importado, eso ha convertido a Bolivia en el segundo importador más grande del mundo. Esa situación genera una gran preocupación porque (el mercurio) termina mal usado o en los lechos del río contaminando a los peces y a las personas que nos alimentamos de esos productos”, afirma a la ANF.
El experto señala que desde 2015 uno de los principales proveedores de mercurio es México, desde 2020 se sumaron los países de Rusia y la India.
“En Bolivia no existe un control sobre la importación del mercurio”, alerta el director del Cedib y señala que esta sustancia se usa en minería aurífera, y para ello se esparce en los ríos, contaminándolos y poniendo en riesgo a la salud de la población.
El mercurioes un elemento metálico líquido que ayuda a separar y extraer el oro de las rocas, arena u otro material.
Lamenta que el estado boliviano no tenga un Plan Nacional de Acción para controlar la importación legal del mercurio, pese a que existe un compromiso por el convenio de Minamata a la cual está suscrito el gobierno y establece que los estados deben implementar estrategias para controlar, disminuir el uso, el comercio y los desechos del mercurio.
“En el caso de Bolivia esto desafortunadamente no avanza, pese que el plan debía presentarse en mayo, donde se tenía que describir cuáles eras las acciones. Lamentablemente no existe un control sobre la importación del mercurio, hacia dónde va, cómo se usa, cómo se almacena ni como se desechan o quiénes y dónde venden, esto es un tema de alta preocupación, pero el Estado no toma cartas en el asunto a pesar de sus compromisos internacionales asumidos”, afirma.
Campanini asegura que en Bolivia existe una normativa ambiental que establece la obligación de que la minería aurífera que usa mercurio sí o sí lo recupere a través de ciertos mecanismos, sin embargo, “el propio Gobierno ha reconocido que el 90% del oro que se extrae en Bolivia no recupera mercurio”.
El río Mapiri contaminado por la actividad minera. Foto: ANF
El mercurio y la salud de las comunidades
Otra de las preocupaciones para el Cedib es el impacto directo del mercurio sobre la salud de las personas. Expresa que hay estudios que demuestran que las personas de comunidades indígenas, sobre todo en el río Beni y el río Madre de Dios, ya tienen un nivel de mercurio en el cuerpo muy alto.
“El mercurio en el agua se transforma en una molécula orgánica altamente tóxica que absorbido por microorganismos que son el alimento de peces y otros animales, que son consumidos al final de la cadena por las personas. Esto puede tener impacto importante en la salud y el cuerpo muy difícilmente elimina el mercurio, eso quiere decir que lo acumula y afecta a los riñones y al sistema nervioso”, agrega.
Campanini dice que entre los efectos están dificultades para controlar el cuerpo, los movimientos y en el caso de las mujeres gestantes que se contaminan con mercurio, presentan complicaciones en el embarazo e incluso, los niños no desarrollan de forma óptima su sistema nervioso.
Isidro Flores, indígena de la comunidad Correo en el norte paceño, explica que su región está siendo afectada por las mineras y que cada vez son atacados, amenazados y encarcelados para no denunciar la actividad extractivista, pero lo que más le preocupa es la contaminación que genera la actividad que depredan los árboles y contaminan los ríos, donde antes solían pescar e incluso usar el agua del río para beber y preparar sus alimentos.
Hoy ya no lo pueden hacer, afirma Isidro, debido a que el agua que hace dos años tenía un color claro, hoy está sucio, contaminado por mercurio y diesel que utilizan las empresas mineras para extraer oro. Incluso, en los lechos de los caudales ya no cultivan sus alimentos por esa situación.
“Nosotros en la comunidad no tenemos agua potable, tomábamos del río, con esa agua nos cocinábamos, pero ahora fíjense el río está sucio, lleno de mercurio y diesel, ya no hay pescado. Por tomar agua, nos enfermamos”, dice a tiempo de señalar que su comunidad no tiene un centro de salud y menos médicos que cuiden de la salud de los pobladores.
Campanini agrega que la actividad minera ilegal o legal en territorio nacional no respeta la forma de vida de las comunidades indígena y son estas áreas donde la actividad cada vez más se incrementa sin ningún tipo de control ni cuidado con el medio ambiente.
“Hay actividades totalmente ilegales pues ni siquiera han iniciado sus trámites y están realizando actividades mineras en zonas en las que no se permitirían estas actividades. Hay descontrol total de la minería aurífera”, afirma.