Opinión

BM: «La corrupción ha evolucionado, y lo mismo debería suceder con las iniciativas para combatirla»

El compromiso del Banco Mundial de ayudar a los países a controlar la corrupción se remonta a 1996, cuando el entonces presidente, James Wolfensohn, pronunció su discurso sobre El cáncer de la corrupción (i). Era la primera vez que un presidente del Banco Mundial otorgaba tanta importancia a este asunto, que llegó a incorporarse directamente en el programa de la institución.

Han sucedido muchas cosas desde entonces. En 1996, tan solo 22 países contaban con leyes sobre el derecho a la información (i), en comparación a 123 en la actualidad. La revolución de los datos de libre acceso aún no había comenzado: ni la tecnología ni las posturas de entonces apoyaban esa apertura en la mayoría de los países. En ese tiempo se concibieron instrumentos normativos de carácter mundial, como la Convención Anticohecho de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (PDF) y la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (PDF), pero no llegaron a promulgarse. También se pusieron en marcha otros mecanismos, como la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas (EITI), que posteriormente fueron evolucionando.

El Comité del Premio Nobel aún no había galardonado a la economía conductual. Nadie había oído hablar de GovTech (i) (la utilización de la tecnología para mejorar el funcionamiento del Gobierno), y aún no se había constituido la Alianza para el Gobierno Abierto. Términos como flujos financieros ilícitos y adquisición electrónica no eran comunes, y los papeles de Panamá y las filtraciones de Luanda todavía eran cosa del futuro. Y nadie había oído hablar de la COVID-19 (coronavirus) (PDF, en inglés).

Combatir la corrupción no solo permite ahorrar dinero y poner freno a prácticas indebidas, también ayuda a lograr diversos objetivos de desarrollo.  Pensemos, por un momento, en las numerosas formas en que la corrupción puede socavar el desarrollo del capital humano. Los trabajadores fantasmas en el sistema educativo, las comisiones ilegales para obtener contratos de servicios de comidas escolares y los títulos académicos falsos debilitan la eficacia del gasto relacionado con la enseñanza. El soborno y el fraude en la adquisición de productos farmacéuticos o de equipos médicos pueden reducir las tasas de supervivencia y limitar la capacidad de desarrollarse de los niños. La corrupción en las obras de infraestructura y entre la policía de tráfico pueden dar lugar a carreteras inseguras, con lo que se debilita el capital humano y se disminuye el acceso a las oportunidades.

“La corrupción ha evolucionado en las dos últimas décadas, así como en el transcurso de la respuesta a la COVID-19. Nuestra perspectiva también está cambiando”.

El enfoque del Banco Mundial para controlar la corrupción debe estar a la altura de los tiempos. ¿Qué deberíamos hacer de forma distinta? En la serie Iniciativas contra la corrupción: Reafirmar el compromiso con una prioridad de desarrollo (i) se describe un enfoque, organizado en torno a cinco iniciativas:

  • Las normas y patrones mundiales son esenciales para configurar las políticas y asegurar que los Gobiernos actúen. La perspectiva global del Banco Mundial puede contribuir a ello. Los avances en materia de penalización de las prácticas de corrupción y fortalecimiento de la transparencia han demostrado el valor de las normas. ¿Podría obtenerse el mismo resultado con una mayor coherencia en los enfoques para la transparencia en la propiedad efectiva, la gestión de los conflictos de intereses y otras áreas? ¿Cómo podemos mejorar el seguimiento de los avances? La iniciativa sobre las normas mundiales y el seguimiento propone algunas áreas de interés.
  • La corrupción suele darse en las transacciones, pero también puede estar incorporada en las redes, inclinando las reglas del juego en beneficio de las élites políticas y las empresas con buenas conexiones.  Considerando lo que hemos aprendido sobre el poder, la política, los negocios y la corrupción, ¿podemos hacer más para resolver el problema de la captura del Estado? La iniciativa sobre el poder y el dinero asume este desafío.
  • La transparencia tiene valor por sí misma. El acceso a la información es un derecho humano básico.  ¿Cómo podemos aprovechar las nuevas tecnologías para analizar las avalanchas de datos y encontrar patrones que de otro modo ni siquiera detectaríamos, para mejorar la participación de todas las partes interesadas en la supervisión y la rendición de cuentas, y para hacer que los servicios respondan mejor y sean más equitativos? La iniciativa sobre la transparencia de alta definición apoya los esfuerzos para responder a estos desafíos.
  • La corrupción adopta todo tipo de formas, y estas pueden variar sistemáticamente. Controlar las redes del clientelismo en las aduanas, por ejemplo, exige enfoques distintos de los necesarios para enfrentar la malversación en las empresas estatales o el soborno en los tribunales. Han pasado 13 años desde que en el informe Las múltiples caras de la corrupción (i) se resumieron enfoques sectoriales específicos. En un Enfoque sectorial se actualizará nuestro trabajo para reflejar los cambios en la tecnología y las opiniones al respecto.
  • La definición habitual de la corrupción como “el abuso de los cargos públicos en beneficio privado” proyecta la imagen de una persona en solitario actuando incorrectamente. Sin embargo, en muchos casos, esas personas cuentan con la ayuda de banqueros, abogados y contadores, a veces en jurisdicciones extraterritoriales y centros financieros de economías avanzadas. ¿Y qué decir de la conducta de las empresas y los individuos? La iniciativa sobre hacer frente a los facilitadores destaca las medidas que se pueden tomar en las profesiones y los lugares en los que se permite la corrupción y en los que se aceptan normas sociales arraigadas que rodean tanto a los que pagan sobornos como a quienes los reciben.

Ampliaremos la información sobre cada una de estas iniciativas en una serie de entradas de blog. La corrupción ha evolucionado en las dos últimas décadas, así como en el transcurso de la respuesta a la COVID-19 (PDF, en inglés). Nuestra perspectiva también está cambiando para reflejar los desafíos mundiales y locales que enfrentan los países hoy, así como las nuevas oportunidades que plantean la tecnología, los conocimientos de las ciencias políticas y del comportamiento, una creciente comunidad global centrada en normas y patrones, y las alianzas. En nuestro documento recogemos estas nuevas realidades y establecemos una hoja de ruta para colaborar estrechamente con los Gobiernos, los asociados internacionales y la sociedad civil con el fin de avanzar en nuevas direcciones en la lucha contra la corrupción y reafirmar que el control de este problema es una prioridad para el desarrollo.

Jim Anderson *Especialista principal en buen gobierno del Banco Mundial

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