Opinión

Fernando Crespo: La corrupción en tiempos de crisis

En una anterior nota sostuvimos que el «mayor enemigo de nuestra sociedad contemporánea es la corrupción», este flagelo que azota sin misericordia a casi todas las naciones en este planeta y que nuestro país lamentablemente no es la excepción; por el contrario, este mal se ha venido incrementando de manera escandalosa e implacable en estos últimos tiempos.

La corrupción está considerada un fenómeno estructural que cada día alcanza los niveles más insospechados de nuestro entorno social y que si bien ha sido condenable desde siempre, en tiempos de crisis debería ser severamente juzgada y condenada en debida forma, por el mayor daño que causa en todos los ámbitos y que si se controla de forma más eficaz, hará posible que existan menos ciudadanos condenados a la extrema pobreza y sufriendo sus penosas consecuencias. Es imperdonable quitarle el pan de la boca a quienes tienen hambre.

El efecto nocivo de este flagelo universal no solo impacta en lo económico, degrada las instituciones de un país y lo que es peor, daña tremendamente la moral de la ciudadanía. Por otro lado, no menos importante, desincentiva la inversión privada nacional y extranjera, evitando la creación de nuevas fuentes laborales estables, generando un mayor desempleo e incrementando la crisis económica.

Recientemente el primer mandatario del Estado propuso un proyecto de Ley de Creación del sistema de Gestión de Riesgos para la Prevención y Lucha contra la Corrupción y que, si bien propone una acción novedosa de prevención antes que la coerción, nuestro temor es que se constituya en una normativa más que no cambie nada en el fondo. De nada sirve promulgar leyes sino tenemos ciudadanos probos que se ocupen de hacerlas cumplir de una manera estricta, con la mayor rigurosidad y transparencia. De ahí la urgente necesidad de promover la Reforma de la Administración de Justicia en nuestro país.

Alguien decía que hemos tocado el fondo en los hechos y actitudes frente a la corrupción y lo natural es que haya una reacción generalizada en la ciudadanía boliviana expresada en un contundente rechazo a este mal que causa tanto daño. Sin lugar a duda la corrupción en tiempos de crisis debería provocar que definitivamente nos revelemos todos, nos comprometamos a una lucha frontal e implacable, por su efecto devastador especialmente en los ciudadanos más desposeídos. Solo basta calcular las ingentes cantidades de dinero que se desvían por efectos de la corrupción y que van a enriquecer a ciudadanos inescrupulosos que en su mayoría son servidores públicos, autoridades de las diferentes instancias nacionales, departamentales y municipales, en todos sus niveles. Estas cuantiosas fortunas que pueden paliar en alguna medida los efectos desastrosos de la crisis y mejorar, por ejemplo, los sistemas públicos de salud y educación tan venidos a menos en este tiempo y como se mencionó antes, que exista menos hambre en algunos segmentos de la población.

Existen algunos ejemplos de países que han implementado medidas extremas, como la pena de muerte a los corruptos, ojalá no exista la necesidad de que lleguemos a esa situación de barbarie, pero sin lugar a duda deberíamos tener condenas verdaderamente ejemplarizadoras que además de asegurarse que quienes han cometido actos de corrupción afectando los recursos del Estado, cumplan una justa condena y devuelvan, como corresponde, todos los recursos y bienes al Estado que han sido afectados.

Es estrictamente necesario que, a partir de la Reforma del Sistema Judicial, la aplicación de normas de Prevención y Coerción condenatorias muy rígidas y el compromiso de toda la sociedad, extirpar este mal que caracteriza a nuestra sociedad y que tiene sus serios agravantes en tiempos de crisis.

Fernando Crespo Lijerón

Mostrar más

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba
Mostrar botones
Ocultar botones