Opinión

Dios quiera que se entienda esto…

Gary Antonio Rodríguez Álvarez (*)


La agroindustria brasileña provoca alborozo en el vecino país al lograr una balanza comercial
positiva por 10.100 millones de dólares solo en julio, informó el Instituto de Investigaciones
Económicas Aplicadas (IPEA, en portugués); con ello el superávit acumulado por Brasil subió a
64.045 millones de dólares, casi 20% más que en igual lapso del 2020 (“Agronegócio registrou
superávit de US$ 10,1 bilhões em julho, aponta IPEA”, canalrural.com.br, 13/08/2021).

Esta bonanza obedecería a un nuevo ciclo de precios altos para las materias primas, que parece
empezar otra vez, para ser aprovechado por quienes están preparados, como Brasil, campeón
mundial en producción de soya, azúcar, café y jugo de naranja; subcampeón en carne bovina y
tercero en maíz y pollo.

Con ello, se confirma que el mundo puede detenerse de improviso por fenómenos naturales,
conflagraciones, etc., pero nunca podrá dejar de comer y alguien tiene que producir los alimentos.

Cuando un país produce más allá de la capacidad de consumo de su mercado interno, pasa a ser
un abastecedor internacional, crece más y capta dólares para su economía; quien no hace esto
deberá importar alimentos, gastar dólares en ello y crecer mucho menos.

No es el caso del Brasil, quien por su propio esfuerzo dejó de ser un país importador y pasó a ser
líder en el rubro agroalimentario con una mayor siembra, el aumento de su productividad y la
recuperación de tierras degradadas. Para que ello ocurra la biotecnología jugó un rol
preponderante, así como la agricultura de precisión y las buenas prácticas agrícolas, en beneficio
de todos.

Según IPEA, los productos más destacados dentro de la canasta exportadora brasilera son la soya,
con una cosecha récord; las carnes, azúcar y café; éstos y otros alimentos más, aportaron al Brasil
72.703 millones de dólares hasta julio.

La soya y sus derivados aportó 34.188 millones, con una subida de 24,4% en valor pese a una
leve caída de volumen, lo que el IBCE llama “efecto precio positivo”, siendo que la subida del
precio más que compensa la baja del volumen.

La carne bovina también está aprovechando la subida de su precio, por la peste porcina africana
que mermó la producción de China en los últimos años, abriendo posibilidades de exportación
hacia ese país, tal como lo hace hoy Bolivia.

Le va muy bien también a la carne de pollo, el segundo producto más importante de la oferta
exportable brasilera, con un incremento de su precio de casi 28%. Felices los agroproductores
brasileros que pueden capitalizarse con esta situación de buenos precios a nivel mundial ¿verdad?
Pero más feliz está el gobierno brasilero pues, gracias al agronegocio y el alto precio de los
commodities por la recuperación de la demanda mundial, espera un superávit comercial superior
a los 100.000 millones de dólares hasta fin de año.

¿Por qué son importantes estos números? Porque, guardando las distancias, igual nos podría
pasar a nosotros, para beneficio general. Veamos.

El IBCE, basado en información del INE, reportó que la generalidad de productos de la canasta
agroexportadora están creciendo, no solo en valor -por un efecto precio positivo- sino también,
por un incremento de su volumen. Ahora, dos ejemplos, uno que alegra y otro que duele.

La exportación de carne a julio suma 59 millones de dólares (frente a los 70 millones de todo el
2020) superando las 12.000 toneladas, sin que falte carne para los bolivianos. Si no se pone
frenos a su expansión, este año podríamos vender 100 millones. ¡Un producto renovable además!

¿Se imaginan el beneficio para Bolivia? Dios quiera que se entienda así y se apoye al sector.

El otro caso es el de la soya que logró más de 800 millones de dólares por casi 1,5 millones de
toneladas, creciendo en precio y volumen, comparativamente al 2020 y años anteriores. El punto
es que, con una mayor productividad derivada de la biotecnología que usa Brasil, es suma hubiera
sido de 1.200 millones. Dios quiera que se entienda esto y se apoye al sector, para beneficio de
todos.
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

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